Apuntes Ética de la Empresa Etica Profesional y Deontologica Tema 2
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MÓDULO 2. LA ACTIVIDAD ECONÓMICA DE LA EMPRESA
1. ÉTICA
PERSONAL Y ÉTICA SOCIAL (La diferencia entre las dos éticas; pg. 42.)
¿Tiene sentido hablar de un sujeto ético colectivo? Estamos
habituados a concebir la ética como una dimensión de la persona, puesto que
sólo la persona puede poner verdaderamente en juego la libertad y la
responsabilidad, ingredientes indispensables de la ética.
La ética por excelencia es la ética personal. En sentido
estricto es una cualidad solo aplicable a personas porque sólo ellas son
capaces de actuar libre y responsablemente. Pero hay aspectos de la ética que
se fijan en dimensiones más allá del comportamiento individual y sus efectos
directos y que se podrían encuadrar dentro
de la dimensión social de la ética.
Una primera aproximación[1]:
Mientras que la ética
personal tiene por objeto y contenido la acción que ejerce el sujeto sobre sí
mismo para establecer un orden en la vida personal, en armonía sobre un
conjunto organizado de valores, la ética social tendrá por objeto la reflexión
crítica sobre las estructuras sociales existentes, y la acción colectiva en pro
de la reforma de las estructuras o de su sustitución por otras nuevas, siempre
bajo el horizonte de una cuestión ética fundamental: qué tipo de hombre
queremos formar, qué tipo de sociedad queremos construir. (MEHL 1967, 14).
Lo que aquí llama ética personal se centra en la acción
personal, caracterizada porque el sujeto actúa sobre sí mismo y realiza unos
determinados valores por los que ha optado. Mientras que la ética social se
caracteriza por la desaparición de la conexión inmediata entre opción y acción:
la opción por unos valores normalmente no puede traducirse en una conducta
operativa que los haga realidad. Sin embargo, esa opción sigue siendo válida
porque permite llegar a un juicio ético sobre dicha realidad: en efecto, aunque
no esté en nuestras manos adecuarla a nuestros valores, tampoco se la puede
considerar como inamovible y definitiva.
Cuando una persona hace un juicio sobre una realidad social
está poniendo en juego sus propias convicciones (éticas) personales, sus tomas
de posición refuerzan estas convicciones e incluso le inducirán a actuar
personalmente en una cierta dirección. Por otra parte esta dimensión social
presupone el reconocimiento de la existencia de las estructuras sociales como
algo que no es controlado ni depende solo de la voluntad del sujeto que quiere
obrar éticamente.
La realidad de las estructuras sociales tiene gran interés
para la ética, y para la vida en general,
en dos sentidos: por las posibilidades de modificarlas y por su
incidencia sobre los comportamientos individuales. Surgen aquí las complejas
relaciones entre persona y sociedad.
Todavía es posible matizar más la contraposición entre lo
personal y lo social. En cualquier grupo (formal o informal) siempre habrá
responsabilidades compartidas e incluso colectivas, pero siempre subsistirá la
responsabilidad de las personas individuales, que pueden contribuir a que el
grupo cumpla su función, o erigirse en un obstáculo a ello.
Por consiguiente, podría hablarse no solo de dos dimensiones
sino de tres: la dimensión personal (siempre presente porque siempre son
personas, solas o agrupadas), la dimensión institucional (abarca los niveles
intermedios donde la persona asume las funciones que le corresponden en la
organización), y la dimensión social (repercusión del modo de ser personal en
la convivencia social y en las estructuras de la sociedad). La ética moderna
busca el equilibrio entre sus diferentes dimensiones.
2.
CUATRO PRINCIPIOS (los cuatro principios para llegar a un equilibrio entre
las tres dimensiones de la ética, en pg. 45.)
i.
La dimensión personal es la base irrenunciable
de toda moral: ella es la que le da el verdadero sentido. No hay comportamiento
moral si falta la persona que juzga y opta en función de sus convicciones
morales (compartidas con otros pero personalmente asimiladas).
ii.
Pero la autonomía de acción de la persona no
es total. Todo sujeto humano está condicionado por su historia, por su
psicología y por los grupos sociales a que pertenece y la sociedad en que se
encuentra inserto.
iii.
La dependencia entre sujeto humano y
estructuras sociales no es unidireccional, sino recíproca. Si la persona
depende, aunque no totalmente, de las estructuras, también éstas están condicionadas
en parte por las personas, especialmente cuando éstas actúan asociadas. Cabe
hablar, por tanto, también de ética al referirse a la acción colectiva sobre
las estructuras de la sociedad (ya sea para transformarlas, ya para
conservarlas).
iv.
Tanto la acción del individuo sobre su propia
existencia como la que tiene por objeto las estructuras de la sociedad estará
orientada por un sistema de valores determinado. Esos valores son los que hacen
posible el juicio moral y las opciones concretas de acción.
3.
ÉTICA Y ESCASEZ DE RECURSOS (la relación entre ambas; pg. 46.)
Por actividad económica se entiende el empleo racional de unos recursos que son escasos, con vistas a
satisfacer necesidades humanas. Dos elementos a destacar: la cuestión de la
satisfacción de necesidades y
que esta satisfacción queda sometida a condiciones de escasez.
Hablar de escasez supone siempre la necesidad de optar. Nos
vemos obligados a elegir en función de unas prioridades o valores personales,
más o menos explicados, pero que orientan nuestra decisión de aplicar los
recursos en una situación de escasez. La reflexión ética debe ayudar, en primer
lugar, a explicar en función de qué valores actuamos –de una forma quizás
inconsciente y precipitada- en un determinado sentido o en otro.
Esto debe aplicarse también a los comportamientos
colectivos, ya que también la sociedad dispone de recursos que son escasos y
tiene que determinar a qué los dedica. Aunque el proceso decisional es más
complejo, no deja de comportar una opción. ¿Cómo se toma esta decisión? Pueden
hacerlo los gobernante, legitimados para ello, (ej. Debate anual sobre los
presupuestos del Estado), pero siempre habrá un influjo de la sociedad a través
del debate abierto o de la opinión pública. Se trata de una verdadera decisión.
4.
ÉTICA Y SATISFACCIÓN DE LAS NECESIDADES (la relación entre ambas; pg. 47.)
La relación entre actividad económica y satisfacción de
necesidades humanas es una relación de medio a fin: la actividad económica
tiene por finalidad satisfacer las necesidades.
Componente ético del
proceso de producción: el principio de subordinación de la actividad
económica a las necesidades reales. Parece que en la realidad que nos rodea se
invierte la relación y son las necesidades de producir las que condicionan y
hasta inducen las necesidades a los ciudadanos.
Componente ético del
proceso de distribución: En el proceso de producción, donde se transforman
unos recursos, se obtienen bienes físicos (ó servicios) y un valor económico o
añadido (diferencia entre precio del producto a transformar y precio del
producto final transformado). La distribución de este valor económico es algo
inherente al proceso de producción. Los que han participado (con sus recursos:
trabajo o capital) en la producción del valor son los que se benefician luego
de él, a través de los salarios que perciben por su trabajo o de la retribución
que obtienen por la prestación de su capital. Este valor añadido, en la medida
en que vuelve a los ciudadanos por el proceso de distribución, permite a éstos
adquirir esos bienes y servicios para cubrir sus necesidades.
Pero, ¿con qué criterios se realiza dicha distribución? Se
trata de una cuestión de ética social. Generalmente, el origen de este
conflicto suele ser las aspiraciones de las partes implicadas.
5.
COMPETENCIA PERFECTA Y REALIDAD (la principal consecuencia de la distancia entre el ideal
de la competencia perfecta y la
realidad. Los dos ejemplos. Pg. 52 y 53.)
La principal consecuencia es que la libertad no queda
igualmente garantizada para todos. Si la libertad supone acceso a la
información y capacidad para elegir con las menores restricciones posibles,
ésta no se da del mismo modo para todos. Por eso se dice que el mercado es más eficiente para la producción que para la
distribución de la renta producida. Porque, para que funcionase
adecuadamente, exigiría una libertad igual para todos: y, en la medida en que
esta igualdad no existe, el mercado beneficia a quien goza de una libertad
efectiva mayor.
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Ejemplo
1: en el mercado laboral, el exceso de oferta sobre la demanda de mano de
obra en estas últimas décadas está presionando a la baja los salarios y otras
condiciones de trabajo. El trabajador siempre será libre para firmar o rechazar
un contrato de trabajo, pero le forzarán a hacerlo motivos económicos o
psicológicos, que hacen ineludible para él encontrar trabajo.
El que contrata sabe que ante una oferta tan abundante siempre habrá
alguien dispuesto a admitir condiciones más bajas. La libertad del empleador es
superior a la del trabajador: y esta diferencia redundará en un deterioro de
las condiciones de trabajo. La experiencia reciente confirma con los hechos la
lógica de este razonamiento.
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Ejemplo
2: en los mercados internacionales de materias primas, los países industrializados
y las grandes empresas radicadas en ellos tienen ventajas frente a los países
del Sur. La dependencia que se da en estos últimos por la escasa
diversificación de sus exportaciones (y por el frecuente carácter estacional de
éstas) restringe considerablemente sus márgenes de libertad y de negociación.
También la historia de las relaciones Norte-Sur y el deterioro constante de los
niveles de renta en los países más retrasados respecto a los más ricos confirma
que la renta mundial se distribuye perjudicando siempre a los que gozan de
menos libertad en el mercado.
Conclusión: es preciso introducir elementos correctores de
la dinámica del mercado, para paliar los efectos negativos y discriminatorios
que se siguen de su libre funcionamiento. Aquí se plantea toda la discusión
sobre la intervención del Estado en la marcha de la actividad económica. El
mercado no se puede eliminar porque genera información insustituible. Pero el
Estado y las autoridades públicas en general, podrán intervenir para garantizar
y mejorar esas funciones que el mercado en principio desempeña bien; y tendrá
que intervenir, sobre todo, para contrarrestar los perjuicios que se siguen en
la propia dinámica del mercado, especialmente en relación con la distribución
de la renta producida.
6.
LA DEMANDA
SOLVENTE (el
problema que plantea; pg. 54 y sig.)
Hay casos en que ni siquiera el mercado ideal cumple
convenientemente su función de asignación eficaz de recursos. Los más
significativos son: la demanda solvente
y los bienes públicos.
Para que el productor responda a la demanda es
imprescindible que esta vaya acompañada de capacidad adquisitiva: demanda solvente (necesidad acompañada
de capacidad de pago). El mercado no sabe de urgencias ni importancias de
necesidades, reacciona sólo si existe un consumidor dispuesto a pagar. Con
esto, eliminamos de la actividad económica a todos aquellos que no tienen
recursos para adquirir los bienes y servicios que, de hecho, necesitan.
Históricamente la beneficencia ha venido a llenar ese vacío
del mercado: sale al encuentro de las necesidades de aquel que no tiene
recursos para hacerles frente por sí mismo. Pero la beneficencia rompe la
lógica del mercado, porque se practica sin pedir nada a cambio. ¿No se encierra
ahí el reconocimiento implícito de que la satisfacción de las necesidades
humanas no se puede dejar totalmente al mercado? La lógica del mercado debe ser
complementada desde la sociedad (con la solidaridad y la capacidad de
compartir: ej. la limosna) y/o desde el Estado.
7.
LOS BIENES PÚBLICOS (el problema que plantea; pg. 55.)
En este caso el mercado, suponiendo que asigne bien los
recursos, no responde a la demanda del consumidor: para el productor no es
motivo la demanda que no va acompañada de capacidad de pago. Hay bienes que,
aunque necesarios, ningún particular está dispuesto a pagarlos porque no son
apropiables en exclusiva: bienes públicos.
Cuando un ciudadano paga por adquirir algo que necesita, lo hace sobre el
supuesto de que el pago le da derecho a poseerlo en exclusiva, es decir, a
excluir de su uso a cualquier otra persona. Pero esto no ocurre con todos los
bienes. (ej. Cuando los ciudadanos se quejan por la contaminación producida por
la aglomeración de viviendas, humos, etc, están denunciando una de las mayores
limitaciones del mercado. El aire que respiramos no es privatizable, nadie
puede comprarlo para consumirlo en exclusiva, por eso nadie está dispuesto a
producirlo o garantizar la pureza del mismo).
¿Cómo suplir entonces esta otra ineficiencia del mercado?
Habría que empezar hablando de una concientización social. Pero no siempre
bastará un esfuerzo de toma de conciencia por parte de los ciudadanos o de los
productores y consumidores: será preciso además que la sociedad se organice
para que no se favorezca la conducta de los menos éticos en este campo. Y eso
solo lo pueden hacer los poderes públicos, dictando reglamentaciones que
preservan el medio ambiente e imponiendo multas a los infractores.
*(Lo siguiente no se
pide explícitamente, pero puede ser útil)
Este supuesto de los bienes público es un caso particular de
una situación más amplia: el mercado no asigna bien siempre que hay divergencia
entre costos y/o beneficios privados (que son los que invierten en el mercado)
y costos y/o beneficios sociales (ej. En el comercio de drogas el beneficio
privado es mayor que el beneficio social, en la educación el beneficio privado
es menor que el beneficio social). En tales situaciones se impone introducir
elementos correctores para que el consumidor o productor se acerque más a lo
que se esperaría de ellos si valoraran mejor los beneficios o los costes
sociales de su conducta.
Conclusión: es
preciso complementar el funcionamiento del mercado introduciendo elementos que
actúan con una lógica diferente.
Limitaciones del mercado: por una parte los procesos de
distribución no han sido capaces de dotar a todos los ciudadanos de la
solvencia precisa, por lo que muchos quedan excluidos total o parcialmente del
mercado. Por otra parte, la presión demográfica y las aglomeraciones urbanas,
unidas al desenfreno del lucro privado, han convertido en escasos bienes que
antes podían ser considerados como libres (ej. el agua, la tierra).
[1] Copio
literal del texto el párrafo completo ya que me parece una buena primera
definición. Está extraído directamente de algún otro texto.
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